Clínicamente vivo

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Al irme a dormir, lo hago asumiendo que al día siguiente podría no despertar. Cada noche me acuesto con la consigna: ésta podría ser la última. Y resignado al a ver qué pasa mañana, me cubro el rostro con la almohada. Pienso en ello constantemente, al menos durante esos primeros minutos antes de perderme en brazos de Morfeo.

 Algunas mañanas en las que las ideas más optimistas están de mi lado, logro prescindir de las nocturnas; no siempre puedo ganar esa batalla, pero al menos me quedo con la seguridad de la victoria de un día más.

 Cada varios días noto que tengo un par de lesiones nuevas en los ojos, quizás es el precio por ver tanto y no actuar, solo las añado a mi colección de cicatrices y les doy su respectivo valor acorde al momento y situación. Llevo algunas más en la garganta, particularmente por tantas cosas que me he callado. Son mis favoritas, incluso les he puesto nombre para identificarlas, aunque casi siempre se apellidan regrets.

 A menudo pienso en cuánto me habría evitado vivir de no haber tomado ciertas decisiones y viceversa, cuántos pesares me quitaría de la mente y del cuerpo, pues éste también se cansa. Alguien me dijo alguna vez que «no hay que actuar para darle gusto a nadie», pero eso yo ya lo sabía, aunque hoy en día se enaltece la hipocresía y los “antivalores” son en cada nueva generación más comunes. Aquellos más pulcros (éticamente hablando) estamos siempre en el punto de mira de lajusticia moral.

 Sé de primera mano lo fácil que es “juzgar”, y más aún lo difícil que es existir sin hacerlo, es el ántrax que se propaga estrechando la mano entre los más débiles de voluntad y muchas veces eres criminalizado si no lo consumes y lo compartes también.

¿La sociedad está enferma o solo soy yo que pienso y sobrepienso en todo esto buscando el origen o el error en mí y en cada individuo que se ve envuelto inevitablemente en este mar de porquería que llamamos interacción humana? Sé lo pesimista que parezco, yo soy el primero en decírmelo, sé que incluso a veces actúo como un pez nadando a contracorriente, o como una oveja disfrazada de lobo; pero no, a veces trato de visualizarme a mí mismo como una oveja disfrazada de lobo que a su vez se disfraza de oveja, solo para mezclarme de momento con el rebaño y eventualmente por fin, dejar de pensar y simplemente tener el valor de tomar la decisión adecuada.

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