Efímera y etérea

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Tal vez sea mucho pedir que cerrar los ojos por un momento sea suficiente para olvidarme del dolor que atraviesa mi corazón, para abandonar este lugar repleto de horrores, para no pensar en aquellos rostros cubiertos de incertidumbre y emociones que también amenazan con desbordarme; o que con cubrir mis oídos consiga ignorar los destrozos que se derrumban, alejar el estruendo y la rudeza de las bestias y los monstruos, no prestar atención a esa voz suplicante que me llama.
Una bocanada de aire. Si no me muevo, no me ven. Los ojos con miedo de mi madre me miran desde lejos, la lección inteligible de mi maestra me atormenta, la condena interminable de mi carcelera me desafía.
Dos inspiraciones. Si permanezco en silencio, no me notan. Las palabras de mi padre antes de irme me susurran, el arduo trabajo de mis amigos me intriga, el ceño fruncido de aquel extraño me empuja a otro lado.
Tres inhalaciones. Si mantengo la cabeza baja, no corro peligro.
Pero, hay un deseo que me mantiene con vida: un hogar donde mi madre no deba temer por mis pasos de regreso en la noche, una ciudad donde no deba despedirme de mi padre para probar suerte en tierras extranjeras, un momento en el que pueda extender los brazos y abrazar sus sonrisas. Un sueño que me mantiene despierta: la maestra y el aula preparadas para las clases del futuro, los esfuerzos de mis amigos acercándoles para alcanzar las estrellas. Una utopía parece materializarse con cada mano hermana que se une y cada espíritu que se funde hasta ser uno mismo.
Efímero es el pensamiento que cruza volando mi mente y etérea la idea que lleva consigo; así de breve y suave es el suspiro que me abandona y así de fuerte y profunda la convicción que me domina.
Porque mi existencia es efímera y la realidad que persigo es etérea, lo sé. Pero hoy tengo la frente en alto, la voz firme y mis pasos hacia adelante; tal vez hacia un mañana que yo no veré, quizás, hacia una ciudad que no disfrutaré, posiblemente alejándome para no volver a ver a quienes amo; pero todo eso valdrá la pena.
Una nueva bocanada de aire. Sello la promesa, la firmo con mi sangre.
En ese instante me vuelvo una presencia eterna en medio del caos que se arremolina en el crepúsculo de aquella ciudad que alguna vez fue mi hogar.

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