El refugio del alma

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¡La guerra ha sido declarada! En las últimas semanas se ha impuesto un toque de queda, los niños son reclutados, les venden la idea de convertirse en héroes y, con ello, saborear una vida mejor. Ellos aceptan pensando que es como un videojuego, hasta que las balas atraviesan su pecho. Entonces en lugar de héroes se convierten en víctimas. Niños que deberían estar persiguiendo sus sueños y niñas cuyos padres deben empoderarlas, en lugar de venderlas.

Mamá me ha dicho que seguramente pronto tendremos que escapar, me ha pedido que si ella no lo logra, no me detenga y busque sobrevivir. Mientras eso ocurre, me he fugado un par de horas; al escabullirme observo a las personas entrar y salir de las tiendas o intercambiar comida de la manera más discreta. Nadie quiere hacer enojar a nadie, porque no sabemos si nos encontraremos con el bando enemigo.

Corro tan rápido como puedo hasta llegar al edificio abandonado. Me dirijo al apartamento 1425. Al entrar el perfume de los lilis me cosquillea en la nariz, el chocolate caliente humea en la barra de la cocina, mientras Lucina me dice con una sonrisa que tiene un nuevo escrito para compartir, esta vez trata sobre el amor, pero no como el de las novelas románticas. Yo la escucho encantada, preguntándome cómo es que las ideas llegan a su mente. Cierro los ojos, al abrirlos me encuentro con cortinas sucias, el polvo ha reemplazado el olor de las flores, los periódicos viejos comienzan a ponerse amarillos. No he querido mover nada, para no dejar huella de que he estado aquí.

Este sigue siendo mi lugar seguro, pese a que mi mejor amiga se mudó hace mucho. Solíamos invadirlo todo, ella con sus plumas y libretas, yo con mis pinturas y bocetos. Podíamos transformarlo todo, la guerra parecía imposible… Aquella mañana hicimos un pacto, sin importar el lugar, nos seguiríamos encontrando a través de las historias y las pinceladas. Entonces cumplo mi palabra, el cielo se cubre de pequeños diamantes, las olas del mar se escuchan a lo lejos acompañadas de algún bohemio que le canta a la luna, mientras la promesa del amor deja de ser un susurro para convertirse en una realidad. 

El arte me envuelve hasta transportarme a mi ciudad secreta, ahí donde los acrílicos y pasteles se mezclan y un mundo mejor es posible en lugar de un sueño guajiro. Ahí pertenezco, aunque este presente intente convencerme de lo contrario. Sé que cuando me toque escapar, esas herramientas serán el mejor salvamento que me pueda acompañar.

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