Ella que es estrella

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Ella se sentía pequeñita, todo a su alrededor lo hacía parecer así. Aunque tenía un brillo innegable, los ojos que la miraban parecían no percibirlo.

 Sin embargo, ella pensaba aferrarse a ese sitio a la sombra resguardada, incluso cuando ella quería escapar de aquel lugar, el miedo la invadía. No es que no supiera a dónde ir, pero temía no saber llegar. Como si pudiera tener contacto con la gravedad, su alma caía, parecía no poder llegar más abajo. Su única luz era la interior, la única que podía elevarla, curarla y satisfacerla.

 Debía entender que ella no era como la luna que dependía del sol para brillar, ella era un sol, su sol, podía iluminar una galaxia si se lo proponía. No era sencillo, pero sí posible, alcanzar su gloria, como el mar alcanza a las estrellas por las noches en su reflejo.

Todo en ella se veía insignificante desde el ángulo donde estaba. No importaba que ella se reconociera como una estrella, si quienes la observaban lo hacían desde la lejanía de la tierra.

Pero, ¡hey niña! ¿Acaso no sabes que las estrellas vistas desde la tierra lucen minúsculas?

Mejor invierte la vista y sé tú la estrella que ve minúscula a la tierra.

 No temas transmutar, ni a volar, o es que ¿la oruga no se transforma en mariposa o el nácar no se convierte en perla?

 La perspectiva la cambias tú, no quienes te voltean a ver, sé entonces tus propias alas y no temas que la vida espera.

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