
Quisiera ser mar
para dejar que la corriente mezcle las preocupaciones de mi alma.
Quisiera ser bosque
para que el viento eleve mis luminosos pensamientos al cielo.
Quisiera ser nube
para que, en la forma etérea, el viento propulse el fulgor de mi esencia.
Quisiera ser fogata
para que mis llamas se integren en el orden del mundo.
O una candela
para que una chispa me ilumine y yo pueda resplandecer en otros.
O un árbol en primavera
para que con el viento mis hojas inspiren el sonido de la tranquilidad.
O las piedrecillas de un camino
para cimentar mis ideas desde los minerales del subsuelo.
O quizá una ola del azulino mar
para que su vaivén mantenga mi quietud en equilibrio.
Quisiera ser… quisiera ser…
y me pierdo en eso que quisiera ser;
mientras olvido que toda la esencia de la naturaleza ya está en mí.
Soy el anhelo, el hálito, el ápice de todo lo que me rodea.
Me convierto en aquel quid de la palpitante vereda.
Soy la partícula que fulge en la opacidad de mi pensamiento.
Más que otra cosa soy el brillo de mi propio designio.
Soy eso que quisiera ser todos los días.
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