A Toñito, que no se acordará de mí
A él y a su antigua casa
A ese día en que lloré porque perdió su casa
y encontró mi corazón
El pájaro más solitario del mundo
se llama Copetón capirotado
y se posa a la orilla de un hombro.
Por orilla entendemos, al menos aquí,
el lugar en que cae uno en vertical hacia un piso sin piso.
Mi padre es el pájaro Copetón capirotado
que llega a la orilla del parnaso.
Parnaso es, en este caso,
la imagen de ti mismo
a la edad de ocho años mientras, frente a tus ojos,
tu casa estalla en llamas.
Es la misma expresión de hace unos días,
cuando conociste el mar,
supiste que la tierra es finita,
acaba donde se toca con cielo:
nace el mar.
Recuerdas que las matatenas eran el mejor pasatiempo,
no había pista para los carritos
ni una caja para almacenar los juguetes.
Lo único que quedó son las ruedas de tu bicicleta
que giraban como la catástrofe deshaciéndose en cenizas.
Y ahí, inmóvil como un pequeño héroe,
dejas caer tu capa para ponerte a llorar.
Y tus lágrimas cayeron como resina sobre lo quemado.
Tus padres vendrán después de un día cansado,
y verán lo que en sueños se aniquila:
la posibilidad de la muerte.
Pájaro y páramo, quise decir:
mi padre es el pájaro Copetón capirotado
que habita a la orilla de la tempestad.