Lectores en cafés

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Cada vez es más difícil relacionar el silencio de la lectura con las cafeterías, aunque no siempre fue así. De hecho, en su origen, lectura y café estaban estrechamente unidas si nos atenemos a lo que nos dice George Steiner en Idea de Europa. Señala que más que una unidad geográfica, Europa comenzó como una unidad cultural posibilitada por las cafeterías, los templos de una ecuménica república de lectores.

Hoy en día, y muy lejanos de Europa, hay quienes continúan esa antigua costumbre de pensar el café como los templos de la lectura. Estos lectores, cada vez menos, siguen viendo en los cafés espacios privilegiados para el pensamiento abstracto, la imaginación o la revisión de los acontecimientos públicos que dan sentido a lo que nos rodea.

Hoy que vivimos bajo la sombra de monopolios, las cafeterías son distintas a las que estudió  Steiner en Europa. Una sirena —un leviatán omnipresente— domina a las máquinas de café de la Ciudad de México. Más que café y espacios para la lectura, se expenden helados, aire acondicionado y sonidos suaves para acallar el pandemónium de la calle. De vez en cuando sobrevive un lector en papel pero es una minoría frente a los jóvenes alegres que debaten vivazmente sobre si deben o no apuntarse a un gimnasio, sobre por qué sus padres los regañan o acompañan su silencio hechizados por los colores y el movimiento de Instagram, más adictivo que cualquier contenido monocromático.

Ciertamente es difícil no dejarse seducir por la sirena de las cafeterías, conocen nuestra debilidad, nuestra inclinación por la belleza. Ante esas trasnacionales y sus delicadas estancias rendimos las armas y las letras, nos sumergimos en la dulzura de estar sentado y mandar stickers o memes.

Parece entonces que la lectura es la gran ausente de las cafeterías, vive acaso en los libros, en la melancolía de los estudiosos de la cultura. Hoy, los lectores de diarios y libros tan característicos de las cafeterías o han desaparecido o son viejos y pesados fósiles que las transnacionales esperan erradicar pronto.

Desaparecerán pronto los lectores en cafés, pero no del todo su memoria.

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