Leópolis

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Cuando vengas acercándote ya a Leópolis, dejarás primero las cascadas del río Lethos y las ruinas de Aletheía; lo segundo que verás serán sus hermosos parajes y frutales bosques. Sabrás que estás muy cerca cuando percibas el olor mezclado, pero apacible, de sus tantas flores, frutos y hierbas que crecen de forma sublime. La isla en sí te parecerá un vivero.

            Al llegar el atardecer, la aurora de rosáceos dedos te saludará desde el horizonte donde se verá un rosa Monetreflejado en todos los cristales de la Biblioteca Sur del Haber.

            Recuerda que al llegar, los leópolitas te recibirán con un abrazo muy cálido y prolongado; no dirán palabra alguna, te llevarán a lavar tus pies. No chistes ni receles, permite que te mimen, y te alimenten de pizza Hawaiana y agua de limón.

            ¡No salgas de tu tienda después de comer! Allí te llevarán todo lo que apetezcas y mezclaras tus colores con los más bellos templos. Disfruta el silencio absoluto y el negro intenso de la noche. ¡Descansa como nunca lo has hecho antes!

            Al siguiente día, te despertarán los cánticos de los animales y grupos leópolitas que celebran un día más y las primeras gotas del amanecer. Regodéate con ellos, y entrégales los dibujos, pinturas, libros y plantas que te exhorté llevases contigo. ¡Canta y baila!

            Acude a los ríos de aguas cristalinas. Toca la guitarra junto con los citaristas y ellos te obsequiarán gardenias. Tócales la mejor canción de tu zampoña. Dialoga con todos ellos, o, si no, no te dejarán en paz hasta que no les digas: de dónde vienes y a dónde vas. Estoy muy seguro de que aprenderán mucho de ti, y tú más de ellos. ¡Bebe mucha agua!

            Les pedí que por la noche, te lleven a conocer a la Pithia del pueblo. Ella te abrazará y te llevará a cada rincón de Leópolis. Cada de una de las Musas te dará un obsequio, ¡tómalo de quien viene! Entonces es cuando deberás entregarle los 10 dibujos que tanto te insistí hicieses de color verde envidia.

            Después de tu noche en velas —literal—. Acude con premura al amanecer del 11 de abril sobre la montaña del Azar, te aseguro que sentirás como si hubieses renacido. Contémplalo cuanto puedas y disfruta la lluvia, después dibuja y ve a descansar bajo el árbol que ames.

            Finalmente. La fauna muy pocas veces se acerca a la urbanidad, pero si alguno llega a presentarse contigo, sé amable y soba sus pies. Cuando abandones, solloza, no mires atrás, canta y baila la canción del Haber y ¡olvídanos para siempre!

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