Montreal: la memoria en un palacio

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Para los olvidadizos

Conocí Montreal mucho antes de conocer Montreal. Me explico: el 17 de abril del 2015 registré en mi diario el siguiente sueño:

“… subo unas escaleras de madera. El trecho es breve. Desemboco en una estancia amplia y luminosa, con suelo de madera clara y enormes ventanales en vez de paredes. Hay gente a mi alrededor. Más allá hay unos pequeños sillones de diversos colores. A lo lejos se extiende la ciudad”.

Pasaron cuatro años antes de que el sueño tuviera sentido. En enero de 2019 realicé un viaje a la capital quebequense. No era mi destino principal, por lo que no tuve tiempo de trazar un itinerario preciso: todas mis visitas fueron saliendo al paso. Una de esas tardes sin destino prefijado, me encontré con el Museo de Bellas Artes y decidí entrar.

Después de recorrer el primer piso donde, dicho sea de paso, se exhiben, entre otras magnificas obras, un Warhol original y un tablero de ajedrez esculpido por Dalí; me dispuse a subir al próximo nivel. Es fácil adivinar lo siguiente: de pronto me encontré subiendo las escaleras de mi sueño antiguo, caminando en la misma estancia de duela tenue y altos cristales. Inmerso en una epifanía onírica, comprendí que Montreal sería para mí mucho más que un aleatorio destino turístico.

***

Medio lustro después ocurrió la segunda parte de la revelación: viendo la serie inglesa Sherlock descubrí la nemotécnica conocida como Palacio de memoria o método de Ioci, el cual consiste en crear mentalmente un palacio o departamento (cualquier tipo de construcción sirve, en realidad) y poner, en cada una de sus habitaciones, dosis de información; así, cuando se quiera recordar algo, la persona accede a su palacio mental, se dirige a la habitación destinada y recupera sus recuerdos con mayor facilidad.

Lo comprendí en seguida: mi propio palacio de memoria iba a tener la estructura complicada de la mayor ciudad francófona en América. Poco a poco la fui llenando: mis conocimientos de arte, por ejemplo, se quedaron en el mismo Museo de Bellas Artes; guardo mi inventario de recetas gastronómicas en el McDonald’s de la Gare Central; mientras tanto, la lista de películas canadienses está resguardada en el barrio donde creció Xavier Dolan. Me basta cerrar los ojos y transitar mentalmente los túneles en busca de algún recuerdo valioso.

Quisiera escribir mucho más, pero la extensión apremia. Sirva este texto como recomendación para los olvidadizos y los obsesionados del recuerdo.

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