Once de abril

pexels-anna-1655998-scaled-thegem-blog-default

Considero ad nauseam que antes de ese día no hay nada para mí en este mundo. Sin embargo, yo salí del vientre de mi madre ese día, pero ya existía, si bien oculto a los ojos de los demás y de ella misma, pero yo ya me concebía deviniendo imperceptible.

¡Yo! No era. ¿Dónde estaba antes de que aquellos sujetos se conociesen en algún salón de clases entre todo el tumulto de púberes? ¿Cuándo me alojaba antes de que ellos mismos hubiesen quizá decidido intercambiar colores para impregnar el pigmento de mi existencia? ¿Quién aseguraría de mi existencia cuando ellos mismos acababan de nacer? Si pudiese rastrear el origen de ellos, a la par el de sus padres, a la vez que de sus abuelos, y así cien generaciones atrás, ¡que levante la mano quien sabría que yo nacería un once de abril!

El once de abril yo no tenía que nacer y quizá nada de quehacer. Dentro del dormir y despertar del genero humano, éste tarda nueve meses en gestar, y yo, o era tanta mi prisa de ver la aurora de rosáceos dedos o el hastió de la comida placentera (sic) que decidí madrugar a los siete meses. Sin embargo, mis padres se encontraban festejando y mi madre —cuenta— que se le rompió la fuente sin saberlo creyendo que tan sólo era un mal momento.

El once de abril en la madrugada, salí de mi cueva platónica. Pero no reaccionaba, tanto era mi insistir en salir que parecía que sólo había llegado para irme, mi abuela y mi padre fueron notificados de mi fugaz viaje, y sollozaron; sin embargo, encabritado y cansado, decidí aferrarme a la existencia, avisar que sí, sí había llegado, lloré un poco y me volví a dormir. Nací falto de meses de crecimiento, de color amarillo, sin cabello y sin las uñas formadas, tan pequeño —dice mi padre— que cabía en una caja de zapatos, de allí el apodo de ratón.

El once de abril lo celebro como el día que nací. Es el día donde recibo felicitaciones por el valor y gallardía de mantenerme en la existencia. Algunos otros llegan con encomios a las Gracias, y lo agradezco. Es un día más para mí, porque no sé con certeza ni cuándo, ni cómo, dónde ni para qué del existir, pero sé —sin certeza— que es once de abril.

No sé cuándo comencé a figurar dentro del plan del Todo, pero sé que, heme aquí, aplaudo abril del latín abrir, y sé también que las Gracias abrazan el mes donde nazco y donde nace la primavera; finalmente sé que canto la canción del Haber. Y sé que la última estrofa de esa canción dice: Once de abril.

53

Dejar un comentario

X