Esto es sólo para decir que un par de ojos azules, grandes y luminosos han hecho la diferencia en una persona.
Solecito llegó a mi vida sin que yo la esperara. Una tarde de febrero arribó a mi casa, lucía indefensa y emanaban una inconmensurable ternura. Aquella primera noche se mostró tímida, se mantenía inmóvil y observaba todo a su alrededor. Mis incontables esfuerzos por animarla no daban resultados. Me entristecía verla así, aunque podía entender su indiferencia pues se encontraba en un espacio donde no conocía a nadie y todo le parecía nuevo. Sin embargo, estas conductas cambiaron de una manera positiva con el pasar del tiempo.
Ahora, con siete años de interacción humana y una eterna luminosidad, me conmueve hablar de mi gatita por el cariño tan grande y desinteresado que nos tenemos, ella se pone feliz al mirarme. Yo le devuelvo el gesto con una sonrisa. Me quiere, sus ojos me lo confirman. Yo respondo con el mismo sentimiento, un intenso amor desde el día en que tocó mi puerta.
Solecito cambió mi vida por ser ella, por atraerme con su curiosidad e inocencia. Un par de ojos azules y una nariz rosada marcan la diferencia en el corazón. Transforman lo que eres y lo que tienes.
