Todo se ve más lindo cuando lo miramos con cariño

pexels-miguel-a-padrinan-2249531-scaled-thegem-blog-default

Algunos recintos eran perfectos y debieron quedarse intactos, así es como los guardo en mi memoria.

Cuando visito ciertos lugares, mis recuerdos cobran vida y se me figura ver fantasmas.

Este fenómeno ocurre en varios lugares a tal magnitud que se forma una ciudad entera, una ciudad secreta que es visible solo para mis ojos.

En cierta parte de mi ciudad, hay una casa con el número 4 y, en ella, una oficina cuya silla siempre estará ocupada.

En mi ciudad, tanto en la esquina de Morelos y Cuauhtémoc, como en los estacionamientos de CU, aún puedo ver un Neón azul cubierto de jacarandas.

Y para mí, ese pedacito de Av. Coyoacán, entre Félix Cuevas y Parroquia, era donde alguien se sentía adulta porque caminaba con traje y tacones hacia la oficina.

Visito lugares y las memorias vienen a mí, es lo usual. Pero las circunstancias me han mantenido alejada de ciertas zonas, así que hay algunos fantasmas que por las noches vienen a pedir que los visite (aunque no sea de manera presencial).

Así es que con Google Maps, virtualmente, retomo el que era mi camino iniciando en Av. Fernando Amilpa, siguiendo por Ricardo Flores Magón y terminando en Elías Hurtado. ¿Por qué? Bueno, Rodrigo Hasbún tiene la respuesta: “Es un ejercicio de preservación, de arqueología y resistencia, de testarudez. Es también una muestra de lealtad hacia unos cuantos fantasmas. Escribir, creo, es todas esas mismas cosas”.

19

Dejar un comentario

X