Un sueño nada más

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Para Giovana

Todas las noches estoy encerrado en un mundo de sueños que quiero vivir. No encuentro la salida y cada vez me siento más perdido. No sé a dónde ir, no sé qué hacer. Mi corazón habla idiomas desconocidos sin saber la razón.

Luego viene la mañana, para cumplir su misión de despertarme con sus relojes molestos, con un aroma insoportable a un ambiente donde las personas hacen lo mismo una y otra vez. Corriendo los niños a la escuela, corriendo los padres al trabajo y los mismos vagabundos limpiando parabrisas por unas cuantas monedas en el semáforo de la esquina.

Me recuerda a un episodio de Bob Esponja: Calamardo se muda a una ciudad donde encuentra a muchos iguales a él, con los mismos gustos y las mismas actividades cada día. Sin embargo, cuando la tarde empieza a manifestarse en mi ciudad, puedo percibir algo diferente. Amores de los buenos y no de esos que se olvidan en un rato después de salir de una habitación. En mi ciudad, las personas son amables con los otros, independientemente del trabajo que desempeñan. Son respetuosos con el ejecutivo de ventas, así como con la señora que limpia los pisos.

Lo más bello de esta ciudad sin nombre es aquella mujer que se encuentra parada justo en el centro de la calle principal vestida de un color azul que me seduce y enamora. Cuando en mi ciudad se va manifestando poco a poco la noche lo primero que quiero encontrar es la melodía que la luna y las estrellas entonan en lo alto del cielo, y el único camino realmente importante es la colina que quiero frecuentar contigo, mujer de azul, subirla repetidas veces y que tus labios me digan despacio un «te quiero».

Al final entendí que solo fue un sueño nada más porque miro a mi alrededor y veo una ciudad cayéndose a pedazos y a la mujer de azul la seguiré queriendo mucho, esperando que en el próximo sueño se rompa la barrera entre los dos y que la ciudad tenga motivos para despertar fuera de esos idiomas desconocidos de los cuales solo mi corazón es testigo.
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