Evocación

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 —¿Qué haces?

—Pienso en ti. 

Lo sé. Por eso estoy aquí… Me necesitas. 

—Lo siento. Estaba llorando otra vez. 

Con razón me pareció ver a la tristeza recostada a tu lado hasta hace unos momentos. Pero se escabulló por la ventana apenas llegué. 

—No le gusta compartirme con nadie. Le gusta cuando estoy sola… cuando me siento sola, como hoy. Pero entonces te pensé, y la tristeza se levantó y se fue. 

—¿De qué te acordaste? 

—De ese domingo, la familia arriba de la RAM roja, Miss Sarajevo sonando en el reproductor de música. ¿Te acuerdas? 

—Sí. Íbamos camino a algún lugar. Nos manteníamos en movimiento y el aire que entraba por la ventana se sentía como una bendición; como si la atmósfera de la ciudad se hubiera suavizado para recibir el momento que estábamos por vivir… nuestros cuerpos vibrando de emoción contenida en el preámbulo de la canción. 

—Entonces la melodía comienza a brotar de las bocinas y papá sube el volumen al máximo; el mundo allá afuera se diluye, nos convertimos en pasajeros en trance.

—Is there a time for keeping your distance, a time to turn your eyes away…

—El asiento de en medio de la camioneta roja era simplemente mi lugar. Podía contemplar a los tres al mismo tiempo.

—Is there a time for high street shopping, to find the right dress to wear…

—Papá, con las manos en el volante, intentaba no apartar los ojos de la avenida, pero era imposible. Miraba a mamá y sonreía, nos miraba de reojo y sonreía. Y al devolverle la sonrisa vi a ese joven que soñaba con ser abogado y que tenía una hermosa sensibilidad hacia la música. 

—Is there a time to be a beauty queen…

—Mamá estaba gloriosa, como en esa fotografía donde exhibe sus piernas desnudas sobre la arena; con el cabello revuelto y sus excesivos dientes frontales asomando de sus labios. La miré y pensé: mamá es inconmensurable, como el mar a sus espaldas. 

Dici che il fiume trova la via al mare…

—Y cuando tú y yo cruzamos miradas, supe que bajo nuestra piel corría desenfrenado el mismo torrente de emociones, buscando una mínima grieta para fugarse de nuestros cuerpos.

—E come il fiume giungerai a me…

—Hasta que terminamos llorando, sonriendo y agarrados de la mano. 

—¿Cómo podíamos haber vivido tan intensamente los 4 minutos con 30 segundos de la canción? ¿Cómo hicimos después para vivir fuera de esos 4 minutos con 30 segundos?

—Tengo que irme.

—La tristeza volverá.

Lo sé… Si me piensas de nuevo, vendré.

— Gracias, hermano.

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