Momentos

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Crystal Cageland era un lugar en el que el clima era siempre agradable, los sonidos se sentían atenuados y olía a bosque fresco.

Los días eran hermosos, siempre empezaban de maravilla, pero nunca estabas seguro de cómo es que terminarían.

A Irá le gustaba este lugar porque podía tener inquietantes momentos de paz, claridad y equilibrio y luego el caos estallaba violento y malevolente.

Marinette era una madre iracunda. Y a él le gustaban las madres iracundas y fuera de control.

Quienes tenían remedio, más o menos, eran visitadas por Calma y Consuelo, las que no, solían ser tratadas con y por Lástima.

—Ah, señor Timotee, tan puntual como de costumbre. Estoy trabajando en mi jardín colgante, ¿qué opina de las macetas nuevas? ¿No son cabezas encogidas interesantes?

—¿No son tus compañeras del club de hilado mágico?

—Lo son, las desgraciadas se lo ganaron a pulso.

Timotee sonrió y tomó asiento. Le gustaban las madres iracundas porque él era ante todo un gran chismoso. La ira de la guerra era aburrida y estúpida, esa solo le gustaba a Conflicto y a Miedo. Pero los chismes mágicos de señoras de mediana edad con problemas de control de la ira, esos eran su mejor trabajo si tenía que decirlo él mismo.

Marinette probablemente empezó bien el día, pensando que así continuaría, era un deleite indescriptible que no lo hubiera hecho.

Crystral Cageland era, después de todo, una institución de trastornos de la magia que los aprisionaba en delirios conjuntos esperando que los terrores de otros les ayudaran a moderarse.

Obviamente solo empeoraba lo que ya estaba mal y él tenía jugosos chismes que escuchar. Todos ganaban, la ira incontrolable de Marinette al contarle lo que ocurrió era solo la cereza en el pastel.

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