Ceremonias en tu piel

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Para Valery

Cuando llegaste, mi vida era una constante guerra entre mis pasiones y mis amores. Fuiste testigo de lo que una mujer provocó en mi alma, viste mi dicha y mi soledad. En pocos días me enseñaste que no debo rendirme en la búsqueda de las cosas bellas. Despertar es una cosa, y abrir los ojos y mirar la mañana desde su origen más escondido en la ventana es, ciertamente, diferente.

Una vez me preguntaste: ¿cuál es la diferencia entre rutinas y rituales? No supe qué contestar porque muchas veces los golpes de la realidad duelen y no sabes diferenciar ni siquiera tu propia vida. Ahora, me imagino por ejemplo la luz del sol brillando en lo blanco de tu piel sintiendo cómo el nuevo día llega hasta ti.

También pienso en las agujas que se atrevieron a perforar la delicadeza de tu cuerpo, la cantidad de tatuajes que puede llegar a tener es infinita, pero siendo sincero yo no me atrevería a marcarlo permanentemente con tintas ajenas. Mejor háblame de los besos que dejaron huella, mejor háblame de las noches que prolongaron caricias múltiples en la blancura de esa piel.

Cuando llegue el momento adecuado, presume en tu mano la cicatriz de un anillo de compromiso que te dejó temblando de la emoción como el nacimiento de las estrellas en medio de la noche. Deja que tus ojos miren el reflejo de lo que eres enfrente de un espejo y llora. Llora todo lo que debas, deja que el llanto limpie cada espacio de tu cuerpo, pero cuando llueva cúbrete con un paraguas de colores que yo iré a buscarte, así como una vez tú lo hiciste.

Reposa en mi hombro cada vez que te sientas cansada, yo cuidaré de ti. Te pondré atención mientras sonríes, te abrazaré cuando lo necesites y cuando ames estaré contigo para ver lo que el amor provoque en ti. No dejes de querer, no dejes de amar. A mí me gusta mucho cuando hablas de amor y si alguien me preguntara si siento algo por ti, me quedaré en silencio porque ellos no entenderían lo que significa presenciar las ceremonias en tu piel, algo muy distinto a tener una relación. Al final, sí encontré la repuesta.

Haz lo que quieras conmigo: péiname, abrázame fuerte diez veces, llévame a comprar delineador para tus ojos y bilé para tus labios. Tus rituales jamás serán los míos, pero ¡oh, qué dicha ser testigo de ellos! 

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