Mahamu n’a ra hogä pa (Era un hermoso día)

pexels-leyla-kilic-18073934-scaled-thegem-blog-default-1-thegem-blog-default

Hats’i, escuchaba decir a la gente, unos a otros, de manera muy respetuosa y amable, no entendía, pero sabía que era algo bonito porque les veía la alegría al saludarse. Le pregunté a Ana, ¿qué significa?, ella, levantando su mirada hacia mí, dibujó una sonrisa y me dijo: ¡Buenos días!, yo también sonreí de gusto y emoción al haber aprendido una nueva palabra. Seguimos caminando por el centro de Ixmiquilpan, pues había una feria, nos detuvimos a ver las artesanías. A mí me gustó mucho una taza, pues tomo mucho café; y sin esperarlo, Ana la pidió y me la regaló, yo me quité mi reloj y se lo di, nos reímos. Fue un momento inesperado; no quería que el tiempo pasara, por eso me quité el reloj: era un hermoso día.

Los pajarillos, como de costumbre, cantaban de alegría por un nuevo amanecer. Me levanté y tomé mi café en la taza que me regalaste, aquel color como el de tus ojos, en los que me reflejaba, y el olor de la última vez que nos vimos; en cada sorbo recordaba la brisa y las gotitas de agua que me caían de la fuente de aquella emblemática e imponente Diana cazadora, al terminar mi café escuché, como siempre, el trinar de las aves y me levanté desilusionado, pues solo había sido un sueño, así que me fui a caminar al río para alegarme con la naturaleza y sus sonidos.

Los días transcurrieron igual, hasta que algo cambió la monotonía: un mensaje de Ana que decía: ¿te puedo marcar?Yo estaba tan emocionado que respondí inmediatamente con un ; cuando me llamó contesté al instante. «¡Hola!, ¿cómo estás?», dijo Ana; «bien, ¿y tú?», le respondí; «¿tienes tiempo?, quisiera contarte muchas cosas», agregó Ana; «¡claro que sí!». Ella no sabía que tenía todo el tiempo para escucharla. Un suspiro llegó hasta lo más profundo de mi ser, de esos que son porque no sabes por dónde empezar y porque tienes tantas cosas que decir; al instante, Ana dijo: «he encontrado el amor». Yo no dije nada, opté por guardar silencio y escucharla; rompió el silencio y repitió «he encontrado el amor»; yo, en verdad, no sabía qué decir, solo agregué: «me alegra saberlo».

Ana continuó: «Como sabes, estoy lejos de mi casa, de la comunidad; he encontrado el amor en esta lejanía, en esta aparente soledad, sin darme cuenta, ni siquiera había hecho conciencia que había una especie de egoísmo en mí y que eso tenía apartada mi vista de otras cosas que estaban ante mí y que valían realmente la pena.

No sé cómo ni cuándo los niños empezaron a ocupar un lugar muy importante en mi vida; sabía que ser maestra era algo que me gustaría y que lo haría lo mejor posible, pero hay necesidades, necesidades que ya antes había visto donde crecí, y hoy estoy aquí de nuevo frente a estas dificultades, no por casualidad, sino para servir, para dar sin esperar nada a cambio y renunciar a muchas cosas, con tal de ver a mis pequeños alumnos felices. ¿Sabes?, mi lengua nos une: por esta lengua amo, por ella soy y por ella he comprendido y sentido qué es el amor. Por eso, al despertarme y escuchar a los pajarillos cantar pensé: es un hermoso día, y quería compartirlo con alguien, así que quise hablarte y contarte».

Yo escuchaba atentamente a Ana, imaginando el lugar donde trabajaba, sus dificultades, su interés por enseñar, su empatía y su linda sonrisa. ¿Eso es el amor? Yo creo que sí, porque sin darme cuenta olvidé mis preocupaciones al ponerme en su lugar. Luego, Ana preguntó: «¿tú cómo estás?».

«Bien, es un hermoso día, lo que me acabas de contar me ha alegrado la mañana, te he escuchado tomando café en la taza que me regalaste», dije. «Y yo veo el reloj que me diste», agregó Ana.

«¿Y qué ves?», pregunté. Ana respondió: «el tiempo pasa, a veces es lento y monótono, sobre todo, se va rápido en los momentos más bellos».

Luego nos despedimos. Han pasado algunos meses y no dejo de recordar cuando ella descubrió el amor: era un hermoso día.

3

Dejar un comentario

X