Inunda mi escape

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Cómo el pensamiento de un alma tan joven podía inundar con ese terrible sentir al mundo, no había explicación alguna para justificar lo que ella decía vivir y tanta preocupación a la que su manto era expuesto liberando grandes cargas de fatiga emocional de vidas pasadas, las cuales manchaban su camino, haciéndola pasar por décadas de equivocación. No necesitaba comprender lo que sucedería más adelante en su camino, ella sólo quería explicar esa agonía que dejaba una huella delgada, invisible y casi inexistente, tan pequeña e imperceptible. Sin embargo, para ella era algo aún más denso, estaba tan presente como cada parte de la materia, y aun así los demás no lo notaban. Escondía cada objeto que pudiera refractar las partículas de luz que viajaban a su alrededor para evitar aquella apariencia que la hacía llorar y llenaba su ser de inconformidad, aquel reflejo que la asustaba al verse desde una perspectiva propia, y no tal como lucía en la realidad. Tal vez debía escapar, no sólo de sí misma, de la prisión de insuficiencia en la que se encontraba atrapado su cuerpo y mente, rehén de aquellas cataratas de pensamientos interminables, sino también de aquel lugar que tanto la conmocionaba y día con día la hacía pasar por un amargo trago de recuerdos con el mismo sabor.

Los jardines estaban llenos, pero vacíos a la vez, faltaba ese toque especial de alegría que solía darles, se desvanecía cada vez más junto con ella y absorbía cada mínima cantidad de energía, el brillo e la intensidad se perdían, y las flores al percibir su alma también se marchitaban y se daban por vencidas a reflorecer. Las esperanzas de que ella volviera a traerles ese sentimiento estaban totalmente perdidas y vagas en alguna parte del inmenso universo.

Ella creía que los momentos más sublimes en la vida del ser humano son tan especiales que no se pueden expresar con las palabras, simplemente el alma conecta a través de los sentidos y nos permite recordar aquello que queda expresado en nuestro ser, he ahí la respuesta de por qué sentimos que alguien nos entiende, es porque ya ha experimentado la misma sintonía en la que alguna vez estuvimos. Si bien podía pasar horas disfrutando de la tranquilidad del viento, con la mirada perdida en el alba, anhelando ser cualquier otro conjunto de vida antes que ella misma, tal vez acercarse al agua y aclarar sus pensamientos ayudaría, pero al hacerlo traería una nueva visión, una tan diferente que dedicaría el resto de su existencia a describirla para darle el sentido que ella necesitaba, para transmitirla a través de garabatos que al juntarlos sean las piezas que formen una bella explosión de emociones, una que al ser descubierta por los indicados recobraría sentido en ese lugar.

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