Rituales propios

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Échenle tierra.

Mi ritual es recordar, llorar y crecer flores,

es pensar, en la noche, por voluntad,

morirme de la agonía sabiendo que él no vendrá

y escribirle.

A veces lo pienso y me imagino

que tenemos hijos y flores en nuestro balcón,

esas cosas que sólo existen en los pensamientos.

Pinche vida cambiante, como el clima de esta pinche ciudad.

Al amor no se le reza ni se le promete,

pero yo ya te hice un altar

y cada madrugada te rezo pa’ que me quieras

y me agobio por no tenerte.

Échenle tierra.

Las flores me recuerdan a la Ana.

A veces sólo quisiera meterme entre mis sábanas,

desnudo de cuerpo y cubierto de alma, de puro cempasúchil,

y que me lleve el mar, para curarme el espíritu de sus agonías,

pa’ hacerle una sepultura, echarle tierra y que se lave.

A veces pienso en mi semblanza.

Me hago trenzas y cultivo el arte de ver el chocolate hervir,

a media mañana o a medianoche y le bailo al agua.

Dejen de echarle tierra a la luna, les va a salir roña.

Anoche me acordé de cuando iba a tu casa y tu madre me quería.

La última noche que nos vimos te abracé mucho,

porque ya habíamos crecido y teníamos

nuestras nuevas cosas, nuestras nuevas personas.

Y esta noche, este ritual hace que te extrañe más,

porque los humanos la cagamos y mentamos madres,

y luego ya no queremos existir.

Me servirá para decirle a Dios que se vaya a la mierda,

que me espere, que entienda…

Es cierto que a veces extraño reírme contigo,

compartir la cuenta, compartir las bebidas,

compartir el alma, la vida y la tierra,

pero ahora me siento más pleno que nunca,

amo crecer y amo ver pasar el tiempo cada año,

y miro caer las flores de las jacarandas en Coyoacán.

Amo esta ciudad, pero a veces todavía te extraño mucho.

Échenle tierra.

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