Rituales propios

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Hace unas semanas me mudé a Morelia. No estaba en mis planes, pero siempre he pensado que hay que bailar con lo que nos pongan, así que me fui. Debido a que no estaba en mis planes, tampoco tenía un plan para vivir solo.

 No era la primera vez que vivía solo, durante la pandemia viví un rato solo, pero estaba en mi casa y en una ciudad que llevaba diez años conociendo. Ahora, la situación era muy distinta, estaba en una ciudad nueva, con presupuesto ajustado y en un lugar que no era mi casa. Así inicié agosto. Los primeros días, como en todos los cambios, no fueron fáciles, pero uno se termina adaptando. Ahí fue cuando conocí la importancia de los rituales propios.

Los rituales propios son, esencialmente, una forma de mantenerse vivo. Funcionan a diferentes escalas, de manera operativa y de manera más bien simbólica. Funcionan, también, como una forma para conocerse mejor, pues son irremediablemente personales y, cuando se comparten, permitimos al otro conocer cómo se entiende el mundo.

 Los rituales propios nunca están escritos, son siempre cambiantes y esa es su magia. No son, y siempre están siendo, justo como nosotros. Esa es su belleza.

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