¡Saca el cuaderno y el lápiz!, decía papá después de recoger la mesa y lavar los trastes, durante las tardes calurosas de verano. Bajo el techo de lámina nos sentábamos en la mesa guinda de madera y cada uno de mis hermanos y yo, le dábamos el cuaderno y el lápiz que nos había pedido. En ocasiones, nos pedía copiar una hoja de la revista Selecciones y leerla en voz alta para luego preguntarnos qué habíamos entendido. Otras veces, nos llenaba el cuaderno de operaciones matemáticas que teníamos que resolver. Para papá era muy importante que supiéramos leer y resolver operaciones básicas, así que durante la infancia este ritual fue parte de nuestro día a día, generando resultados positivos en nuestros estudios.
Hace once años que papá partió al Mictlán y, aunque ya no soy infante, me gustaría seguir compartiendo el ritual de sacar el cuaderno y el lápiz en las tardes calurosas o comprar la revista Selecciones que tantas emociones me genera cada vez que la veo en el supermercado. Hoy, cuando estudio pongo el cuaderno y el lápiz sobre una mesa blanca de plástico, haciendo el ritual yo sola.
