Cosmos

pexels-kaique-rocha-593163-scaled-thegem-blog-default

La palabra “Trismégistos” ha hecho que despierte de este largo sueño. Él, muy contento, me dijo: “Renuncia a la melatonina, pues el ser humano es cosmoproducto de un orden. Puesto que ese orden debe mantenerse, y no hay ser que se encargue de tal labor, el ser humano, siendo un ente razonante, es el más indicado para ser ese ordenador, ese que el mundo tanto precisa. Iván, perteneces a la especie antedicha. Levántate y aluza el cosmos con la chispa divina que te fue entregada. Sé el maestro limpio y comienza primero con tu morada, encárgate del resto en la posteridad. Ponte los tenis, porque ya son las 10:00. No demores”.

Habiendo escuchado a Trismégistos, hice lo que me reveló. Me levanté, eso sí, con un poco de desazón del mundo, y me coloqué los tenis, esos vans que descansan debajo de mi cama. Díjome el revelador, posterior a marcharse, que el orden es el seccionamiento de la singularidad, con base en una cierta espacialización. Y véase, así como no hay verdura en una planta sin clorofila, ni cloroplastos, no ha de haber un orden en mi microcosmos, un departamento a metros del Periférico, si no hay una dialéctica entre mi chispa divina y la conceptuación que Trismégistos, el “Tres veces Grande”, hubo de proporcionarme. En función de esta diada fue que puse manos a la obra y, con sumo entusiasmo, comencé a organizar mi plano de ideas, no sin antes colocarme los audífonos y degustar Passion, mi golosina auditiva más predilecta, si de encarnar a un maestro limpiador se trata.

9

Dejar un comentario

X