Perfectamente bien

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De esos días donde lo que conocemos como realidad se pierde en la efervescencia de una cerveza o la calidez de un beso inesperado. Días como los de cualquier semana, cualquier mes o cualquier año; días en que la lluvia cayó sobre la ciudad y tú conociste a alguien en la parada del autobús, tomaste un chocolate caliente y te reíste tanto que te dolieron las mejillas y las costillas.

 Días en los que todo sale bien, tan bien que parecen una fantasía o una ilusión de amor fugaz que no quieres que termine. Días en los que sus miradas se cruzaron, no hubo “toc” y el “tictac” corrió tan rápido que la noche los alcanzó.

 Días en los que todo sale bien, como cuando tu derecha amaneció menos izquierda y la izquierda se acostó del lado incorrecto del desván. Días en que las paradojas son lo único que se te antoja desayunar junto a esa persona especial. Todo sale bien, tan bien que la nada se desborda en un absoluto color rosa, verde, azul y morado (creo que te estás enamorando).

Días en los que todo sale bien, como ese día en el que nos miramos por primera vez o cuando me puse a escribirte una divagación sin pies ni cabeza.

 Días, donde estar a tu lado es estar junto a la mejor (etimológicamente hablando). Días, donde todo sale perfectamente bien.

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