La barra de Word pestañea y yo no sé cómo empezar. No sé si no encuentro la palabra o si, más bien, lo que no encuentro son las razones. Una amiga dice que busque algo para aferrarme a vivir, pero ¿qué? Siento que no tengo nada. Escribo ahora que recién me levanto de la cama. Son las 9:26 de la noche. No tenía sueño, pero me obligué a dormir. Pensé que eso me ayudaría a descansar, pero la verdad no fue así.
…
Regreso a terminar de escribir este texto después una intervención y tres días de sol. La tristeza, la pesadez y todas las emociones que enfrentaba el día que comencé a escribir me hacían sentir que no tenía nada. Pero dos amigas aparecieron frente a mi casa y lo primero que dijeron fue: estamos aquí, déjanos pasar. Entendí en ese momento que la frase era literal porque estaban frente al portón verde de mi edificio al norte de la ciudad y yo podía verlas desde la ventana de mi habitación en el cuarto piso; pero también era metafórico porque dejarlas pasar a mi casa, era también dejarlas entrar en mi vida.
¿Acaso soy digna de estar aquí?, ¿de tener a estas amigas?, ¿de vivir? Tal vez sí. Tal vez no. Continúo descubriéndolo.
