
Esos días de lluvia eran los peores, nunca
me gustó la lluvia ni el olor a húmedo que dejaba, me sentía
con poca energía y el ruido de la lluvia no
me dejaba concentrar en el trabajo.
En cambio, durante los días soleados,
solía observar a los niños jugar; a veces
recordaba todo lo que hice cuando fui pequeño,
todo lo que me gustaba y todo lo que me hubiera querido hacer.
Esos días eran perfectos, la nostalgia me pegaba
y los recuerdos me abrazaban. Eran días en los que
yo me sentía a gusto, contento y feliz.
Días en que todo salía bien.