El día

pexels-mavluda-tashbaeva-10513245-scaled-thegem-blog-default

No sé por qué, ni el qué, mucho menos el cómo, cuándo o dónde, pero tengo recuerdos que no viví contigo.

Cada lugar por el que cruzo, paso y miro, me recuerda, extrañamente, a ti.

Es tonto, lo sé, porque hacia esa dirección no queda tu casa, porque nunca nos vimos en aquella librería, jamás caminamos a través de ese tianguis, ni te obsequié rosas en el centro de la ciudad. Pero siento, te siento tanto a ti, a tus manos, tus ojos, tu rostro, tu piel. Y te escucho, como se escuchaban tu voz, tus palabras. Y pienso que es porque aquello siempre debió ser nuestro.

Debimos besarnos debajo de las farolas, tomarnos de la mano al correr entre los andenes del metro, ir a tal o cual lugar, jurarnos compañía eterna, obstruyendo el paso de los puentes. Adorarnos en los parques, junto a los árboles, mirando cómo pasa el tiempo, caminando rutas interminables sin rumbo en las avenidas.

No me hubiera importado perder mi vida, mi dinero, mi tiempo, mi estabilidad, todo, siempre y cuando hubiese sido contigo.

Y al mirar ese rostro, esos ojos, en realidad estoy intentando verte a ti.

Tomaré esas manos, anhelando que sean las tuyas, y besaré esos labios, pensando que son los tuyos; gimiendo todos y cada uno de esos ‘te amo’, que debieron ser para ti.

Y entonces, solo entonces, me daré cuenta de que todo este tiempo fuiste tú.

Y ese amor encallado trataré de encontrarlo en el otro, reemplazarte en el otro, pensar en ti sin pensar en ti. Hasta que caiga sobre mí la culpa, el odio, la sinrazón.

Y seguiré extrañándote, como extrañamos esos días perfectos en donde todo salía mal.

4

Dejar un comentario

X