Anduve por la ruta mucho tiempo y ahora tengo un hogar al cual llegar. Me envuelve con sus manos tibias y acaricia mi piel, me habla con su voz grave, pronunciando discurso y poema, cuentos con finales extraños que requieren disecciones profundas. Hoy cantamos y bailamos, vimos las estrellas reflejadas sobre la pequeña laguna donde nadan los patos, de nuevo me mostró su colección de libros y retomamos aquella conversación sobre la escritora que dio un giro a la narrativa hace medio siglo, pero nadie lo notó. Me besó el cuello y la espalda, recargó su cabeza en mis piernas y se durmió, lo escuché decir mi nombre en sueños. Pude cerrar los ojos unos momentos y sentir el borde en mi pecho, el filo de todas las cosas y la caída o ascenso inevitable. Llegó la ráfaga de viento que sopla en el interior de la casa, una corriente ahora cálida que anuncia el porvenir, pero no lo explica. Atesoré las últimas horas, cristalizadas en el tiempo. Mi hogar despierta, sonríe y destaca el hoyuelo en su mejilla derecha. Prende la estufa porque vamos a cocinar.
Sofía Amaranta Del Ángel Torres / Sobre el autor
Sofía Amaranta Del Ángel Torres (1993, Xalapa, Veracruz). Es licenciada en Antropología por la Universidad Veracruzana y estudiante de primer semestre de la facultad de Letras españolas en la misma institución. Le gusta el terror y los paisajes grises.