
I. La que no volvió
Me quedé con sus miradas,
me las guardé para mí,
cuando salí de mi pueblo
porque me tuve que ir.
Juré ir por ella en mayo,
le dije espérame aquí,
le di un beso presuroso
y sin un adiós partí.
El viento estaba muy fuerte
y un huizache se cayó,
cuando le dije a mis padres
a otra mujer amo yo.
Me quedé con sus miradas,
con sus besos carmesí.
Le dije yo vuelvo en mayo,
pero nunca yo volví.
Los huizaches ya florearon,
ya mi amada me olvidó,
me carcomen los recuerdos
por lo cobarde que fui.
II. Desaparecidos
Hay hombres que tienen garras,
y viven pa´ hacer sufrir,
y viven pa´ hacer sufrir,
y causar la desventura.
Ahora sí, china del alma,
ya se me acabó la vida,
levantaron a mi hijo
en una noche muy fría.
Mi casita está muy triste,
mis ojos son de agua y sal,
¿para qué sirven mis ojos
si no te puedo mirar?
Por toda la eternidad
he de buscar yo tu cuerpo,
he de buscar yo tu cuerpo
sea por tierra o sea por mar.
Dime si hay algún lugar
donde te vea yo de nuevo,
donde te vea yo de nuevo
y al fin poderte abrazar.
Ahora sí, china del alma,
ya se me acabó la vida,
levantaron a mi hijo
en una noche muy fría.
III. El corrido de Jacinta
Regresó al pueblo Jacinta,
la trajeron sus pesares,
al llegar a la casita
sintió el corazón pesarle:
hay familias tan malditas
que hieren más que puñales.
«A tu niño lo violaron»,
eso le dijo su madre,
sabía lo que había pasado;
pues le pasó lo mismo antes.
Volvió buscando a su hermano
y decidida a vengarse.
Llegó cayendo la tarde,
gritaba desde el camino:
¡Dame la cara, cobarde!,
no te escondas como un niño,
he venido pa´ cobrarme
eso que le hiciste a mi hijo.
Dicen que fueron tres tiros,
Jacinta no fue a la cárcel
porque la gente bien dijo:
uno menos de este cáncer,
así acaba este corrido,
así mueren los maleantes.
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