Lo que escribí para alguien que no existía

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Cuando era pequeña me gustaba que me contaran historias cada noche. Algunos años más tarde, quise contar las mías, pero a mi mamá parecían no agradarle. Ella no las terminaba de leer porque no le gustaba la forma en que las escribía: me faltaba mejorar la redacción, el estilo no estaba bien, me faltaba vocabulario, las palabras empleadas no eran las mejores. Decidí no volver a mostrar mis textos. Con el tiempo dejé de escribir…

Sin embargo, un día caí en cuenta de que me faltaban ideas; empecé a sufrir bloqueos creativos, depresión y ansiedad. Por un lado, saqué las golosinas de un tarro, y por otro, empecé a recortar y doblar papeles. Hasta ese entonces, no había sentido placer en escribir una historia incompleta o esbozar todo un proyecto; mi bienestar podía estar encapsulado en exteriorizar todas esas ideas que llegaban a mi cabeza y flotaban sin parar.

Aquí están, muchas ideas e historias inconclusas plasmadas en retazos de papeles esperando que alguien venga, las tome en cuenta y las haga florecer en la realidad.

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