María, la curandera

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María Sabina, curandera, alma en quietud

en el rincón de la tierra, entre montañas y luz.

Sus ojos reflejan secretos de la naturaleza y

tejen con hierbas y danzas la fuerza de su promesa con Dios.

Viste prendas coloreadas de cielo brillante,

sus manos acarician la esencia, sanación resonante.

En el bosque, su templo, entre susurros de hojas,

María Sabina conjura misterios.

La abuela Sabina, hija de la tierra,

confidente de los hongos sagrados y

guardiana de la sabiduría.

Palabras como pétalos de flores en su canto,

teje hechizos de bienestar, un encanto sanador.

Ella es el eco de sanación que en el viento se desgrana.

En el vasto lienzo del cielo nocturno, Sabina

en estrella nace, luz resonante…

Sabina danza en la oscuridad como faro para aquel pueblo oaxaqueño. 

Guardiana de historias, testigo ancestral,

teje en sus destellos amor.

En el silencio cósmico, su brillo resuena,

poesía eterna, el idioma de las esferas que pintan nuestro cielo.

Esas luces titilantes, susurro astral,

donde yacen secretos antiguos.

Constelaciones, poemas en el azul,

en cada luz historias cósmicas viajeras del éter,

destellos de sueño, arte sin amo.

Guías del soñador, ¡oh, Sabina!

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