Un municipio en los llanos

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Siempre creí que esta batalla era solo mía. Me concentré tanto en repudiar a la sociedad, la política, la economía y a todos los cómplices de nuestras condiciones, que nunca noté el agujero en el que me sumergía. Siempre era yo al abrir el pc portátil y leer sobre la política y sobre la decadencia de la sociedad, me revolcaba en mi cama por el desespero de no poder hacer gran cosa, solo escribiendo, criticando, señalando, desde el anonimato. Solo era yo, un joven de un pequeño municipio del llano, de un país que es un paraíso. No conocía el pasado, o no tan de frente, hasta que toqué los hilos de esa política corrupta, hasta que supieron de mi anonimato en redes. Había escuchado y leído de la violencia que se había vivido, pero eran como mitos, nadie hacía nada, nadie decía nada.

La violencia en mi municipio es como la llegada de agua a las casas todos los días, las dos horas que la ponen. ¡Mataron a fulano! ¡Mataron a sultano! ¡Mataron a su tío! Y siempre la complicidad del pueblo, con el verdugo apuntándole a la cabeza, justificaba con un “estaba metido en problemas”, “ése robaba”, “ése fumaba”. Y yo, desde mi inocente anonimato, escribía, criticaba, señalaba. Era joven, no sabía de la vida, de esa vida tan ruda en la que tenemos que aprender a sobrevivir.

Mi madre, una mujer joven que tuvo 5 hijos, sin una economía estable, mi padre muerto por un derrame cerebral, una abuela enferma por haber tenido que recoger a su hijo de la carretera donde le metieron tiros en la cabeza y en la espalda. Yo revolcándome en mi cama de pensar que a los que mataban eran a los amigos de la infancia, con los que una vez jugamos en la arena a hacer casitas y pistas para los carritos. “Mataron al Gocho”, “mataron al Piquiña”, solo jóvenes buscando sobrevivir. Me dejé crecer el pelo, me metí más en la política, formamos un grupo juvenil, hablé de la juventud que cae en ese círculo de ilegalidad y complicidad entre la política y la FFMM, continué escribiendo en el “anonimato”, inicié la universidad, trabajaba en lo que tocara. Ayudaba a la abuela con su diabetes, diálisis, problemas de movilidad.

Siempre sentí que tocaba temas sociales por los demás, por mi sociedad, pero me salvaba a mí mismo. Un día caí también en la justificación del pueblo, me hicieron caer, las dificultades económicas y la complicidad de la política que siempre critiqué, quién iba a decirlo, un plan para un joven de un pequeño municipio; pero cosas de la vida, sigo acá escribiendo.

 

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