Entonces, ¿qué es el amor?
Pregunté al aire antes de conocer tus ojos, tus labios, tus manos,
antes de ponerte un rostro.
¿Será que el amor se puede tocar?
Pensando, ingenua, que eran los regalos
que un cualquiera me había dado:
flores, chocolates y osos de felpa acumulados en el rincón de un cuarto.
¿El amor se puede escuchar?
Recordando todas las palabras burdas y huecas
que ya había oído de otras fauces, cual lobos, que solo quieren engañar.
¿Se puede sentir?
Recapitulando, todas las veces que permití
que un desatinado beso tocara mi mejilla,
o el entrelazo de mis manos con unos dedos fríos y ásperos.
¡Qué lógica tiene entonces el amor,
si ni con posesiones, ni con mis cinco sentidos
lo he de experimentar!
Decidí continuar con la existencia y nada más.
Un día, sin mucha espera, ni con ideas y mucho menos ilusiones,
te fuiste adentrando en mi vida,
descubriendo así que mi esperanza yacía perdida,
y decidiéndote a recuperarla.
Y entonces, ¿qué es el amor?
Volví a preguntar.
Y mirándote a los ojos atiné a decir que el amor sí se puede tocar,
porque entendí que tu mirada acaricia mis sueños por las noches,
que tus labios, a pesar de no pronunciar nada,
pueden contarme historias y cuentos para suavizar la realidad,
que tus manos son un suave y cálido lecho.
¡Qué lógica tiene entonces el amor,
si contigo tengo todo y mucho más!
Ventilo ahora, así, que el amor
eres tú.
