Te hablé. Finalmente reuní el valor para hacerlo. Te expresé todo lo que deseaba contigo y me sorprendí al descubrir que también anhelabas lo mismo.
Después de habernos observado desde lejos durante tanto tiempo, con esas miradas cargadas de sentimientos y deseos, finalmente nos acercamos y nos dimos cuenta de que el amor era mutuo. Y así comenzó todo.
Cada día que pasaba, nuestra relación mejoraba. Observábamos las estrellas, me agarrabas del brazo y juntos caminamos. Recorrimos tantos senderos sin separamos; siempre conversando y disfrutando cada momento que vivíamos. Justo frente a nosotros, no muy lejos, se extendía la oscuridad. Nos detuvimos, nos tomamos el tiempo para reflexionar y decidimos evitarla.
Y ahí estábamos, caminando juntos sin soltarnos de las manos. Opacábamos el brillo de la luna. Me sentía infinitamente completo a tu lado. Como si flotáramos en el espacio contemplábamos los planetas y las galaxias. Al mirarnos nos dimos cuenta de que nuestros ojos brillaban como estrellas.
Entonces desperté. Encendí mi celular para revisar la hora y exactamente marcaba las tres de la mañana. Me senté a la orilla de la cama envuelto en un sentimiento enigmático. Justo entonces me di cuenta de que, en realidad, todo lo que viví a tu lado fue un sueño.
