
Para el Lic. Octavio Acosta
El Gran Gato de Tlajomulco
rodeado de cerros está.
Sus claros ojos de cristal
permiten verlos desde adentro.
Tiene una canchita de futbol,
pero casi nunca se usa.
También tiene unas rampas de skate
y un gran auditorio
(una vez jugué ajedrez ahí).
Al C.A.T. casi no le gusta la diversión
le gustan los burócratas corruptos
y las mordidas de efectivo.
Le gustan las largas filas
y la gente enojada rezongando,
que con mala cara,
pocas veces logran resolver…
Entre más subes más te ensucias,
más se deforma la virtud:
abajo está la gente, los cajeros,
los gatos que alimentamos al C.A.T.
Poquito más arriba están los perros,
royendo los huesos “legales”
sin dejar nada para los gatitos.
Hasta arriba están los amos.
Ellos no comen huesos sino carne,
carne política de ingenuos militantes
que piensan que algún día
conseguirán su libertad marchando.
Marchando con banderas
y loches de a treintón.
Marchando con corbatas
y zapatos sin cordón.
Marchando con licencias
y dinero de a montón.
¡Oh, pobre contribuyente!
¡Ay, ciudadano desgraciado!
Toma un turno.
Siéntate.
Cállate.
Paga.
Y regresa feliz.
¿Has sido devorado por el GATO?