Domingo de imaginación, jueves de realidad

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Joaquín estaba sentado al borde de su cama, sin saber qué decir o pensar. Algo turbaba su aburrida vida. Su mente no dejaba de revolotear alrededor de los sucesos del fin de semana. 

El domingo a las nueve de la noche estaba en el departamento de sus amigos Pablo y Beatriz.

—¿Qué hago aquí? —se preguntaba—. ¡Es domingo! ¿Quién se atreve a tomar a inicios de semana?

Los tragos iban y venían. Estaban en el cuarto de Pablo. Joaquín se recostó en la cama y Beatriz estaba a su lado. Pablo servía el alcohol y conversaba. Joaquín ponía atención a lo que hacía Beatriz. ¡Bendito sea el sueño que le agarró! Ella se recostó a su lado. Tomó su brazo izquierdo y cómo si fuera un peluche, lo abrazó quedándose dormida encima de él. Joaquín no sabía cómo calmar la ansiedad de tener a su amor secreto recostado en su brazo. Joaquín sentía cómo el corazón de Beatriz latía apresurado. Imaginaba que esos latidos eran por él.

Ahora, es jueves por la noche. Joaquín se encuentra sentado al borde de la cama, pensando si es buena idea escribir un cuento para Beatriz. Esa Beatriz que él imaginó. Que no existe ahora y tampoco existió ese domingo de noche, pues era una ilusión de su aburrida realidad.

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