Dos almas que no se encontraron

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En el eco del silencio encuentro meditación. En las palabras entrelazadas, un fluir sereno. Complicadas charlas de un encuentro fugaz. Pero en su esencia, la calma se hizo dueña. No sé cuándo ni por qué se tornaron complejas. Mas ya no importa el por qué ni el cuándo. Lo que interesa es aquel instante donde todo fue tan fácil y natural como la brisa en el verano. Compartimos momentos breves, pero intensos. El tiempo se deslizó, sereno y fluido. Mi mente no vislumbraba qué ocupaba la tuya, pero aprecié aquel encuentro. Aunque la coyuntura ha cambiado su rumbo, persiste en mí la estima por lo vivido. Fortuito y afortunado. Así lo considero, pues en él experimenté el desorden del tiempo. Tranquilidad en cada latido; incluso en la tardanza. Fui auténtica sin miedo al juicio; un don místico, único en la danza humana y valorado como tesoro en la vastedad del universo. Las conexiones auténticas, como la nuestra, son raras y poderosas como el océano.

Que tiempos más sencillos le aguarden al final.

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