El susurro de la ausencia

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Una vez más me encuentro aquí, en la penumbra de la mañana, enfrentando las páginas en blanco; buscándote en cada trazo de mi pluma. El amanecer trae consigo un dolor punzante en el pecho y la sensación persistente de haber olvidado algo importante. En cada palabra y en cada línea te descubro a ti, como si fueras el hilo invisible que une mis pensamientos.

«¿Quién eres realmente?». Grito tu nombre, y aunque la respuesta suena en los confines de mi mente, sé que solo yo puedo escucharla. ¿Por qué estás ahí, en la sombra de ese rincón, evitando mi mirada? ¿Por qué te escondes entre las sombras permitiendo que la oscuridad te engulla? ¿Acaso no deseas que te vea?

Mi corazón palpita con ansiedad mientras mis preguntas quedan sin respuesta. Mientras tú permaneces en un eterno silencio interrumpido solamente por el paso de los extraños que entran y salen de la habitación. «Porque no soy real, solo existo en tu mente», susurras. Un grito de pánico se escapa de mi garganta, sacudiendo hasta lo más profundo de mi ser. Todas las respuestas que temía se revelan en una sola frase; una verdad que me desgarra el alma: «La paciente de la habitación 213 ha vuelto a tener un colapso», informa una voz distante.

Es lo último que escuché antes de que el mundo se desvaneciera mi alrededor. Antes de que me sumergieran en la oscuridad con un sedante que promete alivio temporal. Y así, una vez más, amanezco al día siguiente con la misma sensación de vacío. Escribiendo notas para alguien que no existe. Hablando con un eco vacío, en el rincón sombrío de esta habitación fría y desolada.

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