El último adiós

pexels-cottonbro-4786270-scaled-thegem-blog-default

Todas las noches sentía sus fuertes brazos alrededor de mi cuerpo. Ya no había frío, ni tristeza. Solo una calidez demasiado familiar. Cada noche, antes de dormir, me leía un cuento que ahora solo despierta su recuerdo en mí.

En las mañanas, al despertar, ya no sentía su calor. Solo me habitaba el frío que entraba por mi ventana. ¿Quién era él? Me preguntaba todos los días hasta que obtuve la respuesta. Una noche dejé de sentir sus calorosos abrazos y de escuchar su voz. En su lugar había una mirada vacía. Esa noche dejó una foto de los dos. Éramos felices: no había dolor ni miradas vacías, solo amor. Desde ese momento él desapareció. Me dejó sola y no volvió.

Adiós, Abuelito.

7

Dejar un comentario

X