Hoy he perdido todo

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Hoy he perdido todo. Mi hambre, mis sueños y el amor de mi vida. Ya no sé qué pensar, qué leer, qué escribir; es como si mis recuerdos se fueran con él. Lo único que creía verdaderamente mío era mi memoria, y hoy se desvanece.

No puedo vivir sin él, pero no puedo seguir con él. Dos ideas mutuamente excluyentes que no llegan a una síntesis, y sólo me rompen en dos mitades. Esto ya no es vida. Aruño mis carnes con fiel coraje en un intento fallido de arrancar su tacto indeleble de mí. Ningún chiste, ni alegría, ni tristeza. Su posición estoica se impone ante mí como una muralla impenetrable; una mirada que ni siquiera me atrevo a leer. Su inquebrantable «No», me rompe. Estoy descompuesta. Me aruño de vuelta. Ya no para olvidar su tacto, sino para sentir algo que no sea este dolor. Que me duela la piel, que se me infecte. Quiero sentir los gusanos que me comen. Me despersonalizo, y me veo con tristeza. La profecía autocumplida del “te lo dije” viene a mí para escupirme mis errores.

«Ya no hay vuelta atrás», me repito a mí misma. Me ofreces tu amistad para abandonarme poco a poco. Como los viejos amigos que se pierden en el distante pasado. Lo único que me das es un vacío en el estómago. Es el hambre. No quiero comer nada o lo terminaré vomitando. Hasta la comida me cae pesada ahora. Por fin creí que mi vida estaba en orden, pero todo es difuso. No tengo horizonte y me sostengo sobre una hebra de pelo decolorado. Por momentos disocio: pienso en la universidad, en la investigación, en la ropa sucia y de repente, con gran furia, vuelven sus palabras para recordarme el martirio. No logro salir de estos pensamientos en bucle. Pensando en todo. Pensando en mi todo: él.

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