
En este enorme lienzo llamado vida
trazo mis propios destinos,
como alguien liberando sus pensamientos
en las páginas de su libreta.
No creo en deidades
escribiendo nuestro guión,
sino en la poesía
que con cada elección tejemos.
Las amistades,
esos capítulos entrelazados,
son como melodías
que danzan en la partitura de mi existencia.
En el rincón de la eternidad,
la conexión humana se siente
como la esencia misma de la vida.
La verdadera riqueza se encuentra
en las risas compartidas,
en la danza de momentos efímeros
que pintan el cuadro de mi felicidad.
En este viaje,
me aventuro a explorar el universo sin límites,
dejando atrás mis miedos
como sombras en el anochecer.
Cada vivencia es como una luz fugaz
que ilumina mi camino en esta noche estrellada.
En el pasado
me vi atrapado en un torbellino de melancolía,
pero decidí transformar mi historia:
una narrativa tejida con hilos de determinación
en las páginas de este relato único.
Despertó mi héroe interior
marcando un capítulo auténtico
en este cuaderno llamado vida.
Y así, en el clímax de mi fábula,
el mensajero llega con una revelación inesperada.
Su mensaje, como una brisa susurrante,
dice: «La vida es un poema,
un río que fluye hacia el ocaso.
Celebra cada estrofa, porque en la fugacidad de las palabras,
se esconde la eternidad del significado».
Y en ese instante, la realidad se desdibuja,
y quien lee se sumerge en la reflexión
buscando el eco de la verdad
entre las líneas de esta historia inusual.