Lo que escribí para alguien que no existía

pexels-kampveyaban-15084787-2-scaled-thegem-blog-default

No sé cómo preguntarle al viento de ti. No entiendo por qué llegaste. O tal vez sí. Esa semilla tan grande que formó la tierra y que planté yo misma, me acompañará durante muchos cambios de viento.

Solía sentirme ajena a las seducciones del alma por la mañana; a las palabras vehementes, las sonrisas fortuitas y el anhelo a nuestra sagrada contigüidad. Encontrarte fue como despertar líneas de vidas pasadas; emerger de la montaña, seguir el camino iluminado de Inti y danzarle a Killa alrededor del fuego. 

En este plano y en esta línea de tiempo, siento que apenas estoy despertando. Verte llegar movió a los seres que habitan en mí, e intensificó el deseo de recordar aquellas vidas lejanas. Esto funciona como un rompecabezas: encuentro pequeñas pistas que arman nuestra historia, y la mente me juega en contra con tanta racionalidad.

El viento me llevó a cinco vidas pasadas. La primera me condujo a cuando salías a la guerra a luchar por tu tierra y yo, tu mujer, mambeaba contigo a tu regreso. El amor se nos impregnaba en la piel, mientras escuchábamos la melodía de la noche. Mis grandes atributos como hechicera me hicieron poder estar contigo durante la guerra, pero me hicieron víctima de un silencio forzado que aún conserva mi ser del presente. Tu mirada se perdía junto a la mía, y nuestras energías se observaban incluso de espaldas. No sé cuáles son las palabras correctas para describir este romance desmedido. O cuáles son las acciones que debo tomar para que la historia siga siendo igual mágica. Me conflictúa no poder recordarlo todo. Me enoja no saber cómo cumplir nuestra misión. Pero estoy segura de que todo es perfecto. Sé que todas las vidas seguirán transcurriendo tal como lo han hecho; como yo lo planteé antes de pisar esta tierra fértil.

Yo fui la musa de tus poemas y ahora, la osadía con la que cuidas tu tierra es mi inspiración. Te espero en cada puesta del sol. Veo tus ojos en lo alto del cielo y tu ser me acompaña en cada paso del camino. Nuestras almas se juntaron desde los bellos Andes, hasta Los Pirineos de la antigua Península Ibérica. Como siempre tan lejos, tan prohibidos. Quizá no es momento de melodramas, pero la historia nos condena, mi querido Montesco. O debería decir: yo tan Cortés y tú tan Malinche. Pero soy una mujer, más parecida a Dulcinea, una de aquellas que no se deja idealizar por un caballero que pierde la cabeza. Tampoco me sirve esa analogía porque mi guerrero aquí eres tú, bello y gigante Caupolicán.

101

Dejar un comentario

X