Lo que escribí para alguien que no existía

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A menudo pienso en el gran momento en que te encontré. Sentí una especie de nervio convidado con una inmensa felicidad. Tal vez lo demostré con mi rostro sonrojado. Cuando vi tu rostro cubierto de lunares supe que, aunque hubiera una multitud, tú siempre ibas a resaltar en mi mundo. Tus ojos color café claro iluminaban mi día, tu sonrisa me hacía salir de este mundo y tu personalidad me llevaba a pensar en lo hermosa que sería mi vida al estar contigo. Fuiste, y seguirás siendo, mi serendipia. Siempre serás mi amanecer, mi atardecer y mi anochecer; te querré tanto como el primer día.

Sé que nos vamos a encontrar en ese lugar al que todos llegaremos.

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