Los secretos del abuelo

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No entendía por qué nadie se quedaba en la posada del abuelo. Después de muchos años tomé la decisión de ir. Al llegar a la vieja finca me dirigí a la casa. Al pasar por su puerta sentí que una brisa helada recorría todo mi cuerpo como si quisiera advertirme algo. En los enormes corredores aún se escuchaba el eco de su voz y, conforme pasaba más tiempo dentro de la casa, se volvía más presente. Sabía que quería decirme algo, pero era incapaz de hacerlo con certeza. Las fotografías dañadas y llenas de polvo seguían colgadas en los antiguos muros relatando borrosos recuerdos.

¿Cómo puedo ir contigo al otro lado para volver a verte? ¿Cómo puedo saber lo que me quieres decir? ¿Qué secreto te has llevado a la tumba? Sigo escuchando tus pasos en los largos pasillos y el eco de tu risa aún sigue rondando los muros de esta vieja posada. Pero al encender la luz, ya no estás. Solo hay oscuridad y silencio. ¿Eres un fantasma o una ilusión de mi mente?

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