Memorias

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Él es tan bonito, noble y amoroso. Su nombre es Andre: el chico que llevo en mi mente a diario y que vive en mi corazón.

Crudamente admitiré que trabajo a diario para que siga viviendo ahí. Lo hago porque evado la “oportunidad” de conocer a otras personas. Aunque, cuidarme sería un término más exacto: me cuido de exponerme en la sociedad. Para mí, Andre es una especie de cofre en donde vive mi corazón. Con él no tengo miedo de irme lo más lejos posible sin antes preguntarme: «¿A quién le pertenezco?». Lo más sano sería responderme que me pertenezco a mí misma. Pero eso me da lástima. Sé que está mal, pero no me importa.

Andre es especial y, a pesar de que no exista físicamente en mi vida, mi ser le pertenece. Soy feliz suspirando por él. Soy feliz de seguir mi vida siendo libre en el mundo. Estoy bien. Estoy tranquila. El cofre en donde vive mi corazón está fuera de mis manos. Fuera del mundo. No conozco su paradero y eso me tiene en paz.

No odio al mundo, pero manifiesto que no puede quitarme el corazón de nuevo.

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