
Me dispongo a dormir entre la seda de las sábanas azules, mientras mi corazón palpita de agonía. El rojo se desangra y busca respirar en medio de un desorden de libros y pastillas regadas por el piso.
¿Dónde está el todopoderoso? Tengo mis últimas plegarias de salvación. Su supremacía omnipresente me dijo que yo estaba privada de todo perdón y compasión.
“Vuelvan a mí y sean salvados todos los confines de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay ningún otro. He jurado por mí mismo, con integridad he pronunciado una palabra irrevocable: ante mí se doblará toda rodilla, y por mí jurará toda lengua” (Isaías 45:22-23).
Entonces, su veredicto dio directo a la profecía de crear una agonía eterna para mí en el juicio final.
Estoy hecha a tu imagen y semejanza. Entonces, ¿también vives en desamparo y exilios? A veces creo que fundaste todo para entregarnos cargas egoístas a partir de tus propios martirios.
Me sangran tus palabras y tu ausencia; sin embargo, no me disgusta saber que muero lentamente sobre tu creación de fatigas, navajas y últimas esperanzas, pues me hacen pensar que no fui la única equivocada en entregar amor puro y rojizo, a unas manos defectuosas.