
Desde que partiste a otros mundos en busca de paz, mi tiempo se pierde entre los delirios y las fantasías. Entre lo irreal y lo real. Entre la vigilia y el sueño. Conforme pasan los días noto que he perdido más de lo que creía. Por dentro me siento vacío, incapaz de sentir. Al ver mi reflejo en el espejo del baño un rostro desconocido me ve con lástima, con pena.
Vago en tu búsqueda por las calles de una ciudad caótica y perturbada. Las personas pasan a mi lado sin verme. Como si fuera translúcido o inexistente. El aire en mis pulmones se siente pesado, sucio. Me cuesta avanzar, hablar y pensar.
Una voz olvidada resuena entre el gentío atrayendo mi atención hacia la ventana polarizada de un vehículo. El sujeto, el mismo con quien me encuentro al ver mi reflejo, me observa. Del otro lado, aquel hombre se encuentra en medio de una playa. La arena es gris y las olas se mueven entre la tierra y el cielo como arte abstracto. Los peces de diferentes tamaños, formas y colores surcan los cielos, caminan por la tierra y danzan a lo lejos.
El hombre extiende su mano hacia mí invitándome con él. De manera inconsciente estiro mi mano hacia la ventana. Lagrimeo añorando aquello que no tengo, que he perdido. Mi respiración se altera emocionada. Al tocar delicadamente la ventana, una brisa cálida y limpia sopla mi rostro y me susurra delicadamente «Te estaba esperando».
La ciudad y las personas se disuelven como castillos de arena ante la presencia de una suave ventisca. Mis pies comienzan a sentir la calidez del suelo. Estoy descalzo. Mi ropa se siente diferente. Cómoda. Mis piernas se aventuran a explorar la playa y mis labios marcan una sonrisa que hace meses no sentía. Con cada tramo que recorro observo a mis espaldas cómo la arena se torna de diferentes colores y, como si tuviera consciencia, comienza a crear figuras y estructuras con vida.
Diviso a lo lejos al hombre sentado bajo una palmera, bebiendo de un coco y observando a la luna entrelazarse con el sol. Camino tranquilamente hacia él. Sin proferir saludo alguno que delatara abruptamente mi llegada, me siento a su lado. Me extiende un coco y bebo de él con serenidad. Contemplamos en silencio el hermoso y viviente lienzo que se extiende en los horizontes de este colorido mundo, mientras las horas y los segundos se pierden en las profundidades del océano.
Increíble