Divagaciones a medianoche

pexels-lanophotography-167964-scaled-thegem-blog-default

Archivadas se encuentran al menos ocho cartas, redactadas de manera espantosa, de cuando apenas me encontraba en mis veintes. Éstas son la única evidencia de la complicidad que existía entre dos personas que se entendían muy poco. Las miro y leo detenidamente, sin evitar sentirme avergonzada por lo vulnerable que fui. Escribirlas se sentía como el desborde de un río de palabras, que solo intentaba calmar un poco de la angustia de no poder avanzar.

A veces creo que las cartas fueron escritas para alguien que no existía. A veces pienso que todo se trataba de mí forzándome por incluir en mi vida a alguien que se limitaba a ponerme atención. Al final, solo soy yo intentando justificar el hecho de que no se pudo terminar lo que nunca comenzó.

Siempre termino regresando a las mismas frases. Algunas se quedan plasmadas en mi mente sin remedio: «Se me acelerará el corazón cuando crea que te vi a lo lejos, y me pondré triste cuando me dé cuenta de que no eras tú». «Quiero mostrarme tan indiferente como tú, pero no puedo. Cuando te miro me ocurren muchas sensaciones». «Te pertenecen muchas de mis primeras veces». «Tal vez lo que esté escrito aquí sea lo último que leas. Así que aprovecharé para decirte que me gusta pensar que te quise lo suficiente para querer guardar tus recuerdos». «Has decidido regresar, poner de tu parte y no esconder nada; sin embargo, ahora no sé qué hacer. Regresaste en el momento en que estaba preparada para dejarte ir. Para soportar tu ausencia. Ahora más que nunca tengo miedo de quererte, pero, al parecer, lo sigo haciendo».

3

Dejar un comentario

X