
Éramos jóvenes e ingenuas;
vivíamos el momento.
Caímos en una trampa enfermiza
que nos prometía amor eterno,
cuando teníamos dieciséis años.
Nos refugiamos en promesas
escritas a mano sobre un papel.
Cartas llenas de un amor inseguro,
escondido en lo más profundo
de nuestros jóvenes corazones.
Alguna vez escribí sobre el amor inconcluso
sin saber que llevaría tu nombre.
En el auge de la juventud,
fue enterrado en los recuerdos
de aquello que nunca pudo ser.
Fue injusto sentir tanto
en medio de la incertidumbre.
Debimos comernos las tristezas;
besarnos las heridas en las largas mañanas frías.
Tú me enseñaste lo que era la poesía.
Ente idealizado por el amor romántico;
sentimiento (no)correspondido
que sacude con fuerza el ambiente.
Tú, que no existías.
Fuiste, pero no eres.
Eres el olvido que atravesó con violencia mi pecho;
un recuerdo inerte de lo que nunca ocurrió.
Eres lo que no fuiste.
Eso es lo único que me queda de ti.