La canción de tu tragedia

pexels-ruben-christen-176523298-20066208-scaled-thegem-blog-default

Desespero viendo cómo duendes perversos, heraldos de aquel que cubrió sus alas con lodo, están por engullir tu alma. No los sentirás por estar distraído igualando tu reloj de pulsera, buitre abrumador que carcomerá tus sueños; llenarán de lagañas tus ojos, y de caries y polvo tus dientes.

Agonizo viendo que duendes sonrientes te acechan, y tú sigues comparando la hora; permaneces midiendo el tiempo, mientras aquella diminuta perilla se transforma en un sublime pero escalofriante testaferro de la muerte.

Duendes silenciosamente sonrientes se acercan marcando el paso con la canción de tu tragedia. Pequeñas marcas en la arena muestran el crudo tic-tac, tic-tac, tic-tac… Me desvanezco en sollozos y continúas comprobando si aquel latido marcha al unísono con el tuyo. ¡Movimiento mecánicamente absurdo! Horas, minutos y segundos que deseas capturar. Danza macabra, tic. Macabra danza, tac.

Están tan cerca que tu sombra recibe sus pequeñas y pesadas pisadas; saben y comprenden lo que tú te rehusaste en aprender de aquellos cadáveres que enterraste. Los escuchas, pero no entiendes que mis tímpanos van a estallar por aquella monótona y creciente melodía: «tic-tac…». Mucho más allá, el gran buitre no se detiene para ver si coincide con tu insignificante sonido, vil máquina. Tic-tac. Se acercará con las alas y el pico abierto; te asfixiará el hedor de las nauseabundas plumas con las que dará el primer golpe justo en medio de tus ojos. Gritarás, si el tiempo te lo permite. Tu último suspiro es aplacado.

Silenciosos testigos sonríen con gesto paralítico; mueca dolorosa de niños ancianos proclamando la eutanasia para niños verdaderos, que se toman de las manos y forman una ronda: «tic-tac, tic-tac…». Infinitamente.

12

Dejar un comentario

X