Lo que escribí para alguien que no existía

pexels-samson-katt-5226619-scaled-thegem-blog-default

Es 23 de agosto. O algún día de agosto. No puedo saberlo con exactitud. Es la única fecha que recuerdo de ese mes.

Salí a caminar para despejarme. Caminando hacia algún lugar, pero hacia ninguna parte. Pensando en lo que hubiera hecho si aún permanecieras. Te recuerdo feliz y con metas por cumplir. Llegando a la entrada del metro un viento frío sopla con fuerza. Algo inusual para una tarde de verano. Aquel viento peculiar me inundó con una profunda soledad. A pesar de que el metro iba considerablemente lleno, me sentía al borde del abismo. Con los audífonos puestos, pero sin música. Desconectado de la realidad: solo mi mente y yo yendo hacia ningún lado con toda esa gente en el vagón. Como si la ciudad me hubiera absorbido, solo fluyo al ritmo ajetreado de esta selva de asfalto.

Cuando bajo de la estación, y subo de nuevo a la superficie pensando que eso me ayudará a volver a mi cabeza. No es así. ¿Es aquí donde quería estar? Pude haber bajado una estación antes e ir a algún pequeño parque. Definitivamente no estaba donde hubiera querido. No puedo sacar de mi cabeza el deseo de cambiar el pasado. De estar en algún lugar diferente. Lo que me tranquiliza son las pocas fotos que tengo en mi celular con una cara sonriente. Otras, donde mi rostro refleja tal seriedad que casi puedo asegurar que estaba enojado, me hacen pensar que quizá, en ese momento, llevaba una vida más plena de lo que creía.

Quisiera volver en el tiempo y decirte que siguieras tus sueños. Sé que a veces necesitabas un empujón o alguien que te aconsejara, pero nadie estuvo ahí. Yo no estuve ahí.

Seguí caminando porque planeaba regresar a mi departamento por otro camino distinto. Comenzaba a atardecer y el trino de los pájaros se escuchaba. Ninguna de las personas que caminaban junto a mí parecía oírlo. La ciudad los había absorbido desde hace mucho tiempo. Yo solo permanecía como un observador, como si el tiempo pasara a mi alrededor. Lejos de mí mismo, pero también lejos del momento. En un espacio intermedio donde solo mis anhelos por el pasado me permitían vivir. O más bien sobrevivir.

Quiero contarte tantas cosas, pero no puedo. Nunca podré. No se puede hablar con el ayer, con mi pasado. Conmigo. Yo dejé de existir desde aquel verano.

32

Dejar un comentario

X